Día 3: Mosta, Mdina, Rabat y acantilados Dingli

Nos levantamos como ayer más o menos y a las 9 estábamos en marcha, cogimos el bus, dirección Mosta, sirven varios, principalmente 41, 42 y 44, aunque también 45, 47 y 48, y salen de los andenes B6 y B7; íbamos cómodamente sentados y el trayecto fue alrededor de media hora.

El motivo que nos llevó a MOSTA, fue visitar la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, más conocida como la ROTUNDA, pues esta cúpula de 67 metros de diámetro, es la mayor de Malta y la tercera más grande de Europa; fue construida en el siglo XIX y está inspirada en el Panteón de Roma.






Esta Iglesia es conocida porque en 1942 durante un ataque aéreo durante la Segunda Guerra Mundial, una bomba cayó sobre la cúpula pero no llegó a explotar, en ese momento alrededor de 300 personas estaban en su interior buscando refugio. Actualmente una réplica de esta “bomba milagro” es exhibida en la Sacristía; aunque parece ser que la bomba que durante muchos años mostraron, no era la que cayo allí, pues un año visitó la Iglesia el piloto alemán que la bombardeo y dijo que el avión que pilotaba él no llevaba ese tipo de bomba. Horario lunes a sábado: 9 a 11 y 15 a 17. Entrada gratuita.



Para nuestro siguiente destino Mdina, el bus que había que coger era el 186, aquí sí que hay que mirar bien los horarios, pues la frecuencia es de una hora, creo que el 202 también sirve pero no tiene la parada en el lateral de la Iglesia; en este trayecto ya tuvimos que ir de pie y ya se hace algo más pesado, pues con tanto bache y parada, la medio hora que dura el trayecto se hace larga.

Llegar a MDINA es como trasladarse a otra época, no en vano es una de las ciudades amuralladas mejor conservadas de Europa, en el año 880 los árabes la amurallaron y construyeron un foso, llamándola Mdina (que significa ciudad en árabe), y fue la capital de la isla hasta 1570 cuando fue sustituida por La Valeta.



Una de las mejores cosas es que apenas circulan coches, y además es conocida como la “Ciudad del Silencio”, incluso hay pequeños carteles por sus calles pidiendo silencio; pasear por sus tranquiles calles es una gozada. Esta ciudad tradicionalmente fue de nobles, y en la actualidad lo sigue siendo, pues sus descendientes siguen teniendo su residencia aquí; merece la pena pasear por sus calles donde parece que el tiempo no ha pasado.

Main Gate






Merece mucho la pena las vistas desde BASTION SQUARE, se divisa gran parte de la isla, y sobre todo la Rotunda de Mosta, que acabábamos de visitar.






Tras el paseo visitamos la CATEDRAL DE SAN PABLO, a pesar de que hay muchas iglesias por la isla y de entrada gratuita muchas de ellas, aunque esta era de pago decidimos entrar. La entrada incluye también el Museo de la Catedral, pero esto ya no nos llamó tanto la atención; la iglesia es bastante bonita. Horario lunes a viernes: 9 a 16’30. Horario sábado: 9 a 15’30. Precio: 5 €.




Después de la visita a la Catedral, volvimos a pasear por sus calles, esa tranquilidad merecía la pena disfrutarla de nuevo.






Las aldabas son toda artesanía

Aquí también se puede visitar el Museo de Historia Natural, el Museo de la Tortura y un par de Palacios, pero nosotros preferimos continuar con nuestra ruta.

Saliendo por la impresionante Mdina Gate, se llega a RABAT, que quedó fuera de los muros de Mdina cuando los árabes decidieron la amurallarla, dejando fuera a los campesinos y clases bajas, sin la seguridad de la muralla.

Bordeando hacia la derecha llegamos a DOMUS ROMANA, que es una pequeña exhibición que nos muestra como era una antigua casa aristocrática romana, en ella encontraremos objetos y estatuas romanas encontradas por la isla; lo más destacable es un espectacular mosaico. La visita en realidad no está mal, lo que pasa que como nosotros visitamos Pompeya hace un par de años, pues nos sabía a poco aquella visita. Horario lunes a domingo: 9 a 17. Precio: 6 €.


En Rabat también se pueden visitar las Catacumbas de San Pablo, pero después de ver la Domus Romana, no nos apetecía, pues en Nápoles vistamos un par de catacumbas que estuvieron muy bien.

Aunque era algo pronto para comer, decidimos comer aquí antes de salir hacia la última visita del día. Nos adentramos en las calles de Rabat, buscando algún sitio, pero pasamos un por local que estaba a reventar de gente que nos llamó la atención, y nos decidimos por este local lleno de malteses; pedimos un par de pastizzi para cada uno (0’40 € unidad), de pollo que nos gustó mucho y guisantes que no nos gustó tanto, más una bebida que compartimos, nos costaría unos 4 o 5 € en total; y con eso ya comimos. Los pastizzi nos encantaron, el local en cuestión se llama Crystal Palace y está en Triq San Pawl 84; en el interior del local, aunque es muy pequeño hay mesas, la gente no paraba de entrar y salir.



Tras la comida, nos quedaba el último objetivo del día, los Acantilados de Dingli, para llegar solo sirve el bus 201, y hay que mirar bien el horario, porque este es de los que su frecuencia es de una hora, y por ello llegamos unos 10 minutos antes. Pero nos pasamos 1 hora y algo de plantón, porque el que tenía que pasar no pasó, luego pensamos que tuvo que ser uno que a la hora indicada pasó con el cartel de fuera de servicio. Ya hubo un momento que decidimos volver a La Valeta, que si pasaba uno lo cogíamos, y al poco pasó el tan ansiado 201, que tras unos 20 minutos de nos llevó hasta los acantilados. Este que cogimos sí paso a su hora, por eso deducimos que algo debió de pasar con el otro.

Los ACANTILADOS DE DINGLI (en algunos carteles se puede leer Dingli Cliffs) están situados a unos 250 metros sobre el nivel del mar, hay un sendero asfaltado muy cómodo que transcurre por la carretera paralelo al mar; te puedes bajar en cualquiera de las paradas de bus que hay por esta zona. La zona es bonita, pero los acantilados no son gran cosa.






Por allí hay un bar-restaurante que también ejerce de centro de interpretación, pero como como habíamos leído que era poco más que un bar con fotos y tienda, nos lo saltamos. Y como había que esperar un buen rato y hacía bastante viento, decidimos ir al pueblo a esperarlo un poco más refugiados; es un agradable paseo de poco más de 10 minutos.

Al llegar a la parada vimos que había dos líneas, 52 y 56, que te llevaban a La Valeta, no esperamos mucho cuando llego el 56, al subir el conductor nos dijo que daba mucha vuelta, pero nos daba igual, yendo sentados no importa tanto, incluso nos echamos alguna siestecilla; tardamos alrededor de una hora, cuando con el otro hubieran sido 40 minutos.

Una vez en La Valeta pasamos por la habitación a dejar la mochila, y luego a tomar algo calentito a Il Kapitali (donde cenamos ayer), mi resfriado iba aguantando pero estaba bastante casada, entre el plantón de más de una hora esperando el bus, el viento en la zona de los acantilados, y el viaje de una hora en bus, me había agotado y necesitaba reponer fuerzas con algo calentito; capuchino y manzanilla 4’40 €. Como en el local había wifi abierto, como en la mayoría de bares y restaurantes, aprovechamos para preparar los horarios de los buses de la ruta de mañana.

Luego salimos a dar una vuelta para hacer unas fotos nocturnas desde un sitio que nos había gustado mucho, no era ninguno de los miradores y además estaba muy tranquilo.




Y aprovechamos para ver el ambiente, porque resultó que celebraban el Carnaval, aquí van con unas carrozas muy coloridas y llenas de luces, y luego la gente con disfraces muy chulos pero a la vez muy cómodos; había bastante ambiente.







Preguntamos en un par de sitios para cenar y no había sitio, así que el siguiente plan era buscar alguno con mesa libre, así que nos tuvimos que conformar con uno tipo casino, Bar La Valette Band Club Valleta, pedimos un par de hamburguesas que con las bebidas costó 22 €; no es un lugar para repetir, pero tampoco está mal.


Alfredo remató con un buen helado, de Amorino, resultó caro, pero estaba buenísimo y además servido es una preciosidad.


Paseamos un poco, a casita, un poco de internet, una seria en la tablet y a dormir.

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